El Tiro al Plato surgió allá por 1880 cuando se decide sustituir al tradicional pichón por un elemento de arcilla que realizaba unas funciones de vuelo muy similares. La razón de este cambio, que dio lugar a lo que hoy conocemos como tiro al plato, fue principalmente de tipo económico; consiguiendo que una afición que en principio estaba reservada a unas pocas personas de una clase social elevada, se extendiera hasta hacerse enormemente popular. Y es que una instalación para la práctica de tiro al pichón requiere de una inversión muy alta de instalación y mantenimiento (cuidado y reposición de animales, personal…) y, como resulta evidente, el precio de un pichón nunca puede ser el mismo que el de un plato.
El Tiro al Plato es ante todo un deporte de rapidez, mientras en otras modalidades de tiro lo más importante es alcanzar la mayor precisión posible en cada disparo, en el Plato los tiros han de ser lo más veloces que al tirador le sea posible, por lo que en la gran mayoría de los
casos el tiro se hace de forma intuitiva.
Esta cualidad viene determinada como es natural por las propias características del tiro al plato, en el que se dispara a un blanco móvil que aparece de forma súbita y que se aleja con enorme rapidez del tirador. En consecuencia éste sólo dispondrá de unos instantes para elevar el arma, alinearla con el blanco y disparar.
Contará como punto aquel disparo que consiga romper el plato y eso se conseguirá si al disparar unos cuantos perdigones rozan el citado plato, que se romperá de modo visible.
Por otra parte, en el tiro al plato no se utiliza una bala, sino un haz de perdigones que se dispara en trayectoria cónica, es decir, de forma muy estrecha en la boca del fuego y progresivamente más abierta a medida que se aleja del tirador.
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