Calor y caza

Consejos

Si tienes la gran suerte de poder disfrutar de algún día de caza durante este verano, te recomendamos que leas con atención este artículo. En él hemos intentado resumir algunos de los puntos más importantes a tener en cuenta en los días de calor: cómo las altas temperaturas afectan a nuestras armas, a nuestros perros, a nuestra munición…. y por supuesto cómo nos afectan a nosotros mismos.

Todo con el objetivo de que puedas disfrutar de la caza, aunque las temperaturas suban más de la cuenta…

LA ROPA

Cuando hace calor todos queremos vestirnos con prendas cortas, con las que sudar lo mínimo, sin embargo, durante los meses de verano y en el campo, llevar manga corta o pantalón corto puede resultar un gran error. El primer motivo: los insectos, que estarán ahí esperando para “acribillarnos” con sus picaduras, que pueden resultar realmente molestas… En segundo lugar, la ropa corta multiplica las posibilidades de sufrir quemaduras producidas por el sol si no tenemos mucho cuidado y nos protegemos correctamente (algo de lo que en ocasiones resulta complicado acordarse).

Por ello es fundamental llevar una camisa de manga larga. Es conveniente, eso sí, que quede holgada de manera que facilite los movimientos y la transpiración.

Con los pantalones sucede exactamente igual, deben ser largos y cómodos para que nos faciliten todo tipo de movimientos.

Conviene evitar tejidos sintéticos y optar siempre por fibras naturales como el algodón. De cualquier forma debemos ser conscientes de que hoy en día existen materiales que garantizan una perfecta transpiración y evacuación del sudor. Con seguridad podremos encontrar alguna que se ajuste a nuestras exigencias y necesidades.


Pero a la hora de elegir tus prendas de caza para el verano no solo debes tener en cuenta el material de fabricación; algo en principio tan elemental como el color es mucho más relevante de lo que parece. En este sentido conviene ser precavidos, teniendo en cuenta que el verde puede absorber el calor mucho más que el beige o que el marrón claro (si nos centramos en los colores tierra típicos de las prendas cinegéticas).

Por otra parte tenemos que hablar también del sombrero (preferiblemente de ala ancha) o gorra, un complemento que se convierte durante el verano en un elemento imprescindible dentro de nuestro equipo. Las insolaciones están a la orden del día y, aunque no se llegue a ese extremo, a nadie le gustará finalizar las últimas horas de la jornada con un agudo dolor de cabeza. Un sencillo truco en este punto: empapar un pañuelo de algodón y colocarlo sobre la cabeza, puede ser una magnífica forma de refrescarse.


Otro punto importante en los días de calor es sin duda el calzado que llevemos puesto: es normal que los pies nos suden y, si no llevamos el zapato o bota adecuados, podremos acabar con ampollas y dolores de pie que nos impidan caminar con normalidad, convirtiendo la jornada en un auténtico suplicio. Dicho esto, consideramos que lo más conveniente es que nos decantemos por calzado de suela antideslizante, teniendo en cuenta que los terrenos secos y la paja suelen ser muy resbaladizos. Las botas tienen que ser ligeras (existen modelos de verano) y han de estar adaptadas al pie, ni se nos ocurra estrenar calzado en estas condiciones, la mejor bota para ahora es la de temporadas pasadas. Debería de ser de caña media y tejidos ligeros.

EL AGUA

Aunque conozcas fuentes naturales, aunque sepas que tu compañero llevará agua… nunca, nunca, salga al monte en verano sin agua. Como norma general y aunque en ocasiones pueda resultar molesto, ten en cuenta que deberás llevar siempre suficiente agua para ti y para tu perro.

La deshidratación es un problema mucho más serio del que en principio todos consideramos.

La realización de una actividad física que requiera un mínimo de movimiento supone una pérdida de líquidos que puede ser muy importante, los cuales serán expulsados a través del sudor y de la respiración, algo que sin duda se ve incrementado en los días en los que la temperatura es alta. Aproximadamente dos tercios de nuestro peso corporal son agua, por lo cual la pérdida no compensada de líquido mermará nuestra capacidad para realizar cualquier tipo de actividad y eso, sin duda, se nota… La deshidratación conlleva cansancio muscular, el cual se presenta como el origen de multitud de “errores” que pueden acabar suponiendo una lesión o cualquier tipo de accidente de diferente consideración y eso, en una jornada de caza, puede tener consecuencias nefastas.


Pero no sólo tenemos que preocuparnos de beber nosotros, también debemos procurar que nuestro perro no se deshidrate, para lo cual te recomendamos que nunca te canses de ofrecerle agua para que beba y, siempre que sea posible, deja que se bañe para que se refresque.

NUESTRO PERRO

Además de lo comentado sobre la deshidratación, existen una serie de problemas asociados a los perros y el calor, que debemos conocer.

Uno de los más habituales son las “Despeaduras”, es decir, las erosiones que se producen en las almohadillas plantares, debidas al desgaste excesivo y que pueden dejar inmovilizado al animal incluso durante semanas. Este problema suele venir motivado por la falta de entrenamiento, que hace que las almohadillas no estén lo suficientemente duras y gruesas para resistir varias jornadas de caza consecutivas; algo que se ve agravado con el hecho de que durante la media veda solemos cazar en terrenos secos en los que abunda el rastrojo. Las despeaduras son fáciles de detectar desde su aparición, puesto que veremos como claramente el perro comienza a cojear o anda con mucha dificultad.

En caso de que observes que esto sucede, deberás actuar con rapidez: lo primero es dar unos baños de agua fría con vinagre y sal, que sin duda aliviarán el dolor que estará padeciendo el animal. En caso de que el problema esté más avanzado y las almohadillas se encuentren levantadas, deberemos desinfectarlas con un antiséptico (Betadine) y mantener al animal en absoluto reposo durante unos días.

LOS EFECTOS DEL SOL

Pensar que el sol puede resultar beneficioso para la balística de las armas es un error que viene heredado de antaño. Efectivamente, en la época de la avancarga, cuando se utilizaba la pólvora negra, los expertos recomendaban colocarla sobre un papel y ponerla al sol y, efectivamente tras hacer esto se podía notar un mejor encendido de la misma. El motivo es claro, la pólvora negra es un compuesto de azufre, salitre y carbón vegetal que atrae enormemente la humedad, con lo que al conseguir que quedara seca gracias al efecto del sol, su funcionamiento mejoraba enormemente.

Pero en nuestros días no es así; la pólvora moderna, conocida como “pólvora sin humo”, no atrae en ese grado la humedad, puesto que está preparada con otros ingredientes como la nitrocelulosa o nitroglicerina, mezcladas con aditivos químicos. Los fabricantes actuales se preocupan por controlar la velocidad de combustión a través de la forma y tamaño de los granos. Así la pólvora que utilizamos hoy en día no es un explosivo (como sí lo era la pólvora negra). Se quema cuando es inflamada por el pistón y genera poco a poco gases de combustión que hacen que la presión suba gradualmente para acelerar el proyectil o proyectiles hacia la boca de fuego. En función de las características del pistón, el calibre, la carga de perdigones y de la capacidad de la vaina, el fabricante se encarga de elegir un determinado tipo de pólvora con una velocidad de quemado concreta para que el desarrollo de presiones que se genera durante la combustión se mantenga por debajo de la presión admisible para el calibre.

Entendemos por presión admisible del calibre aquella por encima de la cual se resiente el plomeo o la precisión en el caso del tiro con bala; en casos extremos, cuando supera la resistencia de arma, puede llegar a producir un accidente. El fabricante deberá combinar pólvoras con diferentes velocidades de quemado para controlar la generación de gases y evitar que se supere la presión admisible. En esta presión influyen también factores externos, entre los que hay que destacar la humedad y la temperatura, que modifican el tipo de combustión de la pólvora, es decir, varían su índice de vivacidad.

Así, la pólvora normalmente arde de forma correcta a 21 grados centígrados, con un 60% de humedad, pero si el cartucho se encuentra expuesto a una elevada temperatura o a un ambiente demasiado seco, aumentará la presión y con ella la velocidad. Pongamos un ejemplo gráfico: un aumento de 10 grados centígrados de temperatura en la pólvora (si bien esto variará en función del tipo de pólvora del que se trate), puede suponer un incremento de la velocidad en un 0,5-2 por ciento, al tiempo que un aumento de la presión en aproximadamente un 4%. Esto llevado a un caso extremo, con temperaturas mayores, y si se suman otros factores como la vaina o la recámara sucias, podemos vernos envueltos en un grave accidente por reventón del arma.

El reventón podría ser la peor de las consecuencias y, aunque éste no debe ocurrir normalmente, debemos tener presente que cualquier sobrepresión resulta nefasta para conseguir tiros acertados. La razón es clara: un aumento de la presión incrementa ligeramente la velocidad del proyectil y esto tiene la clara consecuencia de una variación en el punto de impacto.

Ni que decir tiene que las altas temperaturas no afectan a todos los cartuchos por igual; así, los que en condiciones normales de calor generen bajas presiones en la recámara o tengan tacos de calidad que amortigüen mejor el golpe de presión y la aceleración de la carga, se verán menos afectados. En el caso de la cartuchería que está cargada con perdigones, el aumento de presión producido por las altas temperaturas siempre influye en el plomeo, puesto que afecta tanto a la velocidad como a la deformación de los proyectiles.

Resulta por tanto sumamente peligroso y nada recomendable realizar pruebas de plomeo cuando la temperatura ambiental es superior a 40ºC.

Por supuesto, lo más importante será que intentemos por todos los medios evitar el aumento de temperatura de nuestros cartuchos… La primera medida afecta al almacenamiento de los cartuchos, que deberá ser siempre en un lugar fresco y seco. Además y en cuanto a su transporte, muchos cazadores y tiradores de competición utilizan durante los meses de verano una de esas pequeñas neveras portátiles en las que guardan estos cartuchos. Estas neveras deberán mantener una temperatura aproximada de entre 20-25 grados.

Por supuesto, en las jornadas de caza en verano deberemos poner especial atención en no dejar los cartuchos expuestos al sol, ya sea directa o indirectamente. Muchos no se dan cuenta de esto y los dejan dentro del coche que con facilidad quedará aparcado al sol, sin darse cuenta de que allí la temperatura podrá alcanzar cotas muy altas, que sin duda afectarán al material.

También hay que tener precaución durante el trayecto, no cayendo en el error de dejar los cartuchos en el maletero: resulta mucho más adecuado guardarlos con nosotros y enchufar el aire acondicionado.

Tomando estas sencillas medidas preventivas, no debería ocurrir nada malo, ya que las temperaturas que alcanzamos en nuestro país no son tan excesivas como para correr riesgo de sobrepresión durante el ejercicio de la caza.

Publicado en: Caza, Consejos

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