El escalofrío nos indica de manera clara que nuestro organismo está alcanzando los límites de su resistencia al frío.
La piel se contrae (lo que conocemos como carne de gallina), y el organismo responde ante el frío.
Cuando sentimos escalofríos en nuestra vida diaria, tratamos de aumentar la actividad física, lo que repercute en un incremento del calor corporal. Sin embargo hacer algo así en una inmersión resulta totalmente contraproducente, puesto que caeríamos en un desgaste de energía nada conveniente.
Por todo lo expuesto, siempre será recomendable abandonar la inmersión cuando se empiecen a notar los primeros escalofríos o la conocida carne de gallina.
En caso de que una persona sufra una pérdida de calor corporal, deberemos sacarla inmediatamente del agua y procurarle calor con todos los medios que se encuentren a nuestra disposición. En caso de ser posible, la sumergiremos en agua que se encuentre entre 38º y 40ºC, lo que le hará reponer la actividad cardíaca y respiratoria.
Por último, decir que nunca procederemos a realizar una inmersión si nuestro organismo presenta cualquier tipo de anormalidad. No podemos olvidar que el frío paraliza en parte la actividad muscular y que piernas y brazos son los más afectados.
