En ocasiones, nuestro consumo de energía es muy superior al habitual; lo que supone la posibilidad de llegar al agotamiento físico. A pesar de que este agotamiento en sí mismo no resulta peligroso para la salud del individuo, lo cierto es que puede conducirnos a una situación de peligro, sobre todo teniendo en cuenta que nos encontramos en un medio hostil para el humano, como son las profundidades del mar.
Bajo el agua nuestro organismo se ve obligado a responder una demanda de energía extra, que le solicitaremos para poder nadar o realizar cualquier tipo de movimiento. Para poder ofrecer esa energía, el organismo pone a trabajar a todo ritmo a los sistemas circulatorio y respiratorio: el corazón deberá bombear más sangre, los pulmones oxigenar más, el ritmo respiratorio aumenta… Todo esto lleva a una situación en la que la respiración puede resultar jadeante, con muchas dificultades para la recuperación.
Pero lo realmente peligroso es que, a diferencia de lo que ocurre cuando estamos en tierra, bajo el agua no es fácil apercibirse de lo que está sucediendo, puesto que la respiración jadeante no tiene porque significar que hayamos llegado a nuestro límite. Por eso debemos ser conscientes de que tendremos que tomar medidas en el momento mismo en que empecemos a notar ansiedad respiratoria o un aumento anormal del ritmo cardíaco.
Pero además de esto, existen una serie de recomendaciones que deben ser tenidas en cuenta:
- Evitar el buceo prolongado en aguas frías si no se dispone del equipo adecuado para ello.
- No realizar esfuerzos físicos prolongados: resulta necesario intercalar las adecuadas pausas de recuperación.
- Si se produjera una situación de alarma, deberemos evitar por todos los medios que nos entre pánico.
- En caso de que apreciemos un aumento anormal del ritmo cardíaco, frenaremos toda actividad para tratar de equilibrar nuestro organismo. Para ello nos colocaremos boca arriba y respiraremos lentamente, de manera profunda.
