Aproximadamente dos tercios del cuerpo humano son agua; con tan sólo mencionar este dato podemos hacernos una idea de su importancia.
Conviene tener muy presente que una pérdida no compensada de agua, (a través del sudor excesivo, de la respiración o de la orina), merma la capacidad del individuo para realizar cualquier tipo de ejercicio.
Conviene que tomes buena nota de este dato: el porcentaje de disminución de la capacidad para realizar un trabajo es diez veces superior al porcentaje que la pérdida de agua suponga en el total del peso del individuo; esto supone que una persona que pierde una cantidad de agua igual a un 1% de su peso, disminuirá su capacidad en un 10%… los números hablan por sí mismos.
Esto, unido al hecho de que el frío produce de por sí deshidratación, nos lleva a señalar la enorme importancia de beber muy a menudo durante la jornada y siempre en pequeñas cantidades.
Conviene tener presente que beber mucho de una sola vez es un gran error, puesto que la capacidad y rapidez de asimilación de líquidos por parte de nuestro cuerpo es limitada.
Hay que beber antes de notar sed. Y es que la sed suele aparecer cuando nuestro cuerpo ya ha alcanzado ese 1% de pérdida de agua; es decir, ya ha comenzado la deshidratación.
Por supuesto, siempre beberemos agua, nunca alcohol que puede producir el efecto contrario al deseado, aumentando nuestra deshidratación.
Otra buena manera de hacer que nuestro cuerpo asimile el líquido necesario es por medio de alimentos, principalmente la fruta. Por eso nunca resulta una mala idea llevar con nosotros alguna pieza de fruta durante la práctica del esquí.
