Los peligros que se reconocen como de tipo “físico” son aquellos que han sido causados por fenómenos naturales. Por lo tanto se trata de elementos que se encuentran fuera de nuestras manos, algo que no podemos controlar y, en consecuencia, sobre lo que deberemos tener una atención especial.
Los principales peligros de tipo físico con los que el buceador puede encontrarse son:
- Vientos: el viento mueve la superficie del mar produciendo diferentes efectos en él, en función de su intensidad y de su duración. Antes de realizar una inmersión debemos conocer qué tipos de vientos suelen soplar en la zona (cada viento tiene unas incidencias diferentes en función del lugar) y solicitar información sobre los que pueden soplar durante nuestra inmersión.
- Corrientes: las corrientes marinas surgen pueden surgir a raíz de alguno de estos tres elementos: por la diferencia de la densidad de las aguas, por el viento (la menos peligrosa ya que sólo afectará a la parte superficial del mar) o por las mareas. Si durante una inmersión nos sobreviene una corriente, deberemos tomas las siguientes precauciones:
- Tratar de no alejarnos demasiado de la embarcación.
- No intentar hacerle frente, lo más adecuado será “cortarla” e iniciar el ascenso diagonalmente aunque eso nos suponga alejarnos de la embarcación, ya que una vez en la superficie podremos utilizar alguno de los elementos de señalización (boya, silbato del chaleco…) para que nos vengan a recoger.
- Mareas: no conviene practicar el buceo en las zonas donde el coeficiente de marea sea muy elevado, aumentando el peligro en los momentos de bajamar.
- Aguas turbias: nunca es conveniente realizar inmersiones en lugares donde el agua esté turbia (sólo los buceadores profesionales). Si durante la inmersión nosotros mismos provocásemos que el agua se pusiera turbia, impidiendo una buena visibilidad, la mejor opción será suspender la inmersión; si el enturbamiento es repentino deberemos acercarnos al compañero para no perderlo de vista.